Es filósofo de la Universidad Javeriana y doctor en economía de la Sorbona (París). Trabajó en la Organización Mundial de la Salud (OMS) por más de 20 años y conoce a profundidad esa entidad en la que fue el director del Programa de Medicamentos y Medicina Tradicional, hasta que renunció por no estar de acuerdo en la manera con que se estaba manejando la pandemia H1N1, también llamada gripe porcina.
Es el autor principal del llamado Libro rojo de la OMS, documento que reveló las excepciones en patentes en cuanto a los derechos de propiedad intelectual y su relación con el comercio. Y hace unos meses publicó su último libro, Algunas cuestiones claves relacionadas con el acceso a medicamentos y la propiedad intelectual, basado en artículos e investigaciones publicados por el South Centre (Centro Sur) entre los años 2011 y 2014.
Desde hace cuatro años, Velásquez forma parte del equipo del South Centre, una organización intergubernamental con sede en Ginebra que asesora a 54 países en vía de desarrollo. Allí, es el encargado de analizar y de asistir a las delegaciones que forman parte de la OMS. “Es un tema muy interesante, porque la OMS sabe muy bien que yo la conozco más de lo que a ella le conviene”, comentó en una entrevista para El Espectador.
En un acto público del pasado lunes, Velásquez fue investido doctor honoris causa por la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. El reconocimiento, sin embargo, despertó todo tipo de inquietudes entre los asistentes, que advirtieron la contradicción de que un economista sea doctor en medicina. No obstante, su padrino en la investidura, el catedrático Luis Montiel, aseguró públicamente que “médico es que el que cura las enfermedades”, y que “a la medicina nada de lo humano puede serle ajeno”.
Velásquez coincide con esa definición de Montiel en tanto que ha ejercido la medicina desde posiciones de responsabilidad dentro de la industria farmacéutica, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la OCDE. Además, ha sido uno de los principales impulsadores de “poner los medicamentos al alcance de todos los seres humanos”.
El economista reconoció que veía este doctorado como un “homenaje a todos los que luchan por ese acceso a una salud universal”. De hecho, ha librado varias batallas en contra del manejo que se le ha dado a la salud pública: es un referente mundial en el ámbito de la propiedad intelectual, ha abierto el debate sobre la mercantilización de la salud y del actual sistema de investigación y desarrollo, que gira en torno a los monopolios de las patentes y que pone los intereses de las farmacéuticas por delante de la salud de la población.
Sumado a esto, se ha consolidado como una de las voces más críticas en el ámbito internacional frente al inmovilismo de los gobiernos en cuanto al problema de acceso a medicamentos y ha denunciado la pérdida de independencia y de credibilidad de los organismos internacionales debido a la presencia de los “lobbies” de la industria farmacéutica o de alimentación en los círculos de toma de decisiones.
Fuente EL ESPECTADOR
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