REAL MADRID 2 - ATLETICO DE MADRID 0 FALCAO NO PUDO BRILLAR

El Madrid ganó el derbi a un Atlético decepcionante en una noche en la que el histriónico Mourinho y el tenaz Cristiano se reafirmaron, el primero en su rol de Mesías del madridismo, y el segundo en el papel de lanzador de faltas. Los de Simeone regresan al Calderón con el rabo entre las piernas y la autoestima seriamente dañado por su renuncia total a jugar al fútbol.
El partido comenzó antes de que empezase a rodar la pelota. Mourinho convocó un plebiscito sobre su figura a las 21:20 horas. Una convocatoria engañosa, pues a esas alturas apenas comparecían en las gradas los ultras, afines al técnico. La megalomanía de Mourinho comienza a ser corrosiva en un club que pasa más tiempo apagando fuegos que centrado en el césped. Un escenario sospechosamente similar al de su salida del Chelsea. Para Mourinho la victoria lo excusa todo, por lo que nada puede justificar la derrota. Ni siquiera los árbitros. Y eso es lo que está debilitando su poder ante un Florentino que está mostrando una paciencia que ya hubieran querido para sí otros técnicos anteriores a los que los cesó en mejor situación. 60 millones de finiquito tienen la culpa.
Este Atlético tan italiano de Simeone compareció agresivo y solidario. Saltó al Bernabéu con la autoestima alta tras el entrenamiento matinal ante 21.000 rojiblancos, hábil maniobra del Cholo para motivar a sus chicos. Falcao probó pronto los reflejos de Casillas, que metió una mano milagrosa en un remate que el colombiano madrugó a Pepe. Pero minutos después Arda cometió un error infantil, al manotear la pelota al borde del área. Cristiano clavó el lanzamiento en la red confirmando su puntería ante el Atlético (no marcaba de falta desde el anterior derbi en abril).
A Simeone le llevaban los diablos por la chiquillada de Arda. Todo el plan a la basura. Con el paso de los minutos el Madrid entregó la pelota al rival y se replegó buscando atacar en estampida. El encuentro se convirtió en una refriega de guerrillas plagada de patadas destempladas y entradas ásperas que Undiano no supo frenar. Al descanso se llegó sin ocasiones reales de peligro, con un Madrid cómodo y un Atlético que pagaba la frivolidad de Arda.