El primer partido de la eliminatoria de semifinales de la Liga de Campeones, que constituye el tercer choque de los cuatro a disputar en el mes de abril entre los máximos rivales de la competición española de fútbol, se ha cerrado con un 0-2 que refrenda la superioridad barcelonista en el fútbol mundial, y deja pocas opciones a los de la capital española. El último precedente, hace tan solo una semana, tuvo lugar en la Final de la Copa del Rey, que se saldó, por el contrario, con victoria madridista, con gol de penalti de Cristiano Ronaldo en la prórroga.
El partido nos dejó argumentos para que presuman unos y excusas para que exageren sus lamentos otros. Pero por encima del fango, del alboroto y de la tensión surgió la figura de Messi para decidir seguramente la eliminatoria y dejarnos un gol para el recuerdo, un eslalon perfecto en el que desparramó sobre el césped a cuanto jugador vestido de blanco intentó salir a su cruce.
Con ese gol retrató a la defensa del Madrid, pero a nadie más que a Cristiano Ronaldo, puesto en evidencia una vez más cuando llegó la hora de medir sus fuerzas con el mejor futbolista del mundo, Leo Messi. Ahora mismo, no hay comparación posible entre los dos. Mientras el argentino se crece en las grandes citas y es capaz de rescatar a su equipo en las situaciones más comprometidas, el portugués arrastra a sus compañeros hacia el abismo. Es incapaz de variar el rumbo de un partido por sí solo. En duelos de altos vuelos rara vez aparece.
A la figura de Messi se agarrarán en el Barcelona para justificar su triunfo. A eso y a que fue el único equipo que intentó crear algo de fútbol en toda la noche. Apenas lo consiguió, pero su abrumadora superioridad en la posesión del balón le permitió defenderse teniendo la pelota en su poder. Sin sufrir, sin casi sobresaltos. Y en el Bernabéu.
En el Real Madrid la visión será diferente y justificarán el declive final de su equipo en la expulsión de Pepe a los 61 minutos por un plantillazo a Alves. Una expulsión justa, pero que podría llegar a admitir un debate sobre ello. Esa roja provocó la inmediata expulsión de Mourinho y la ruina del Madrid, que se descompuso de mala manera. Sin el trabajo y el carácter de Pepe en el centro del campo, las costuras del Madrid saltaron por los aires y el equipo cayó rendido a la genialidad de Messi. Primero aprovechó una buena jugada por la derecha de Afellay, que se fue con insultante facilidad de Marcelo, para anticiparse a Sergio Ramos y batir por primera vez a Casillas. Después llegó esa maravilla de gol que pone al Barcelona en la puerta de embarque para Wembley.
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