jueves, 9 de diciembre de 2010
Santos pidió evacuar barrio de Bello para evitar otra tragedia
En la filosofía se distingue siempre entre los daños causados por los seres humanos y los que son consecuencia de fenómenos naturales. Los nombres que se dan a unos y a otros cambian alternativamente. El profesor Ernesto Garzón Valdés le da el nombre de calamidades a las primeras y el de catástrofes a las segundas.
La distinción es muy importante por asuntos prácticos. A partir de la diferencia entre calamidades sociales y catástrofes naturales se determinan la responsabilidad moral y política; se puede evaluar la calidad de la democracia como sistema de respuesta a las demandas de la ciudadanía; se mide la capacidad institucional para prevenir, mitigar y solucionar los problemas de la gente; y muchas otras cosas.
Frente al desastre de La Gabriela surgió una sorda e inesperada polémica. La vimos en Caracol Noticias en la emisión del 7 de diciembre. El alcalde de Bello, Andrés Pérez, declaró que la tragedia era impredecible, es decir, se la atribuyó a la naturaleza y de paso se sacó a sí mismo en limpio, eludiendo toda responsabilidad.
Desde el mismo sitio el presidente Santos dijo que se trataba de una tragedia anunciada, es decir, que se sabía de antemano qué iba a suceder y que se hubiera podido evitar.
Toda la información que hemos recibido le da la razón al Presidente y se la niegan al Alcalde. Hay grabaciones del noticiero Hora 13 con denuncias de la comunidad de La Gabriela al menos dos semanas antes del deslizamiento; un particular -dueño de un lavadero de carros y, quizás, de un botadero de escombros encima del barrio, sobre la vía a Bogotá- asegura que advirtió a la Alcaldía de una grieta en la pendiente una semana antes del desastre. Todo indica que la Alcaldía fue indolente, sorda a la voz ciudadana e indiferente a las consecuencias.
No solo eso. Bello es el municipio del Valle de Aburrá en donde las tragedias invernales son más periódicas y predecibles desde que tengo memoria. La muerte de más de cien seres humanos -la inmensa mayoría de ellos niños-, la destrucción del nimio patrimonio de los pobres de La Gabriela y la intemperie de todos y sobre todo de los más pobres, eran evitables y la Alcaldía de Bello es la responsable.
Esta semana nos dimos cuenta de que el cálculo de lo que necesita el país para atender la emergencia es de 4 billones, que curiosamente es la misma cifra en la que están calculadas las pérdidas por corrupción. ¿Con lo que le cuesta a los contribuyentes la corrupción en Bello se resolvería lo de La Gabriela?
Pero las cosas no paran allí. El 7 de diciembre no habían acabado de realizar el censo de los damnificados. El 9 se anunció en la radio ( Cómo amaneció Medellín ) que la administración le había pedido a los sobrevivientes que buscaran residencia en arriendo por su propia cuenta.
Ahora lo que llega es la solidaridad ciudadana, vital en la emergencia, con alimentos, vestidos y colchones. Pero, ¿cuánto demorarán las soluciones? ¿dependerán los auxilios de compromisos con las elecciones locales del año entrante? Entre lo poco que prevé, ¿preverá el alcalde de Bello que esta gente necesita vivienda e ingresos?
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