La proximidad con Madrid ha propiciado que la población extranjera llegada a Ávila se haya multiplicado por 12 desde 1996. La mayoría arriban en autobús (desde Europa del Este) o en avión (desde Iberomérica) con visado de turistas para tres meses. Concluido el plazo, se instalan tras alegar la pérdida del billete de vuelta, algo típico de búlgaros y sudamericanos. Por lo tanto, su reto inmediato es regularizar su situación legal, obtener los papeles (permisos de residencia y de trabajo), «lo que va inexorablemente ligado a la búsqueda de trabajo». Al no encontrar trabajo en la capital de España por culpa de la saturación del mercado laboral buscan alternativas próximas, sobre todo en Castilla y León, y dentro de ésta, en Ávila y Segovia, esta última «la capital de España donde resulta más rápido y sencillo obtener los papeles», según el estudio del CES titulado La inmigración en Castilla y León tras los procesos de regularización: Aspectos poblacionales y jurídicos.
Al ‘efecto rebote’ hay que añadir los menores costes de la vida y las posibilidades de empleo en determinados sectores en Ávila como dos elementos coadyuvantes al creciente peso de la población inmigrante en Ávila.
En el caso de Ávila se produce una peculiaridad respecto al resto de España -y también de Castilla y León-: en nuestra provincia los colombianos son predominantes respecto a los búlgaros, colectivo más numeroso el conjunto de Castilla y León. Por otra parte, en el global español, los marroquíes y ecuatorianos encabezan el elenco de la extranjería legal.
Los extranjeros que llegan a Ávila tienen una preparación profesional superior a lo que en la práctica se cree, aunque el obstáculo de la homologación de estudios y categorías y la necesidad de buscar apresuradamente trabajo diluye un valor añadido que de poco sirve a los inmigrantes, muchos de los cuales acaban por aceptar empleos de inferior cualificación, según el Consejo Económico y Social. El 75 por ciento de los inmigrantes abulenses trabaja en el servicio doméstico o en la hostelería, por lo que no resulta extraño que un especialista sudamericano en nuevas tecnologías acabe sirviendo cañas en cualquiera de los flamantes establecimientos hosteleros de la ‘Ávila de Moneo’.
El 10 por ciento de los extranjeros está empleado en el campo, un número pequeño en relación a la potencialidad del sector agrario y del medio rural como vivero de oportunidades laborales y como ámbito en el que los precios de la vivienda son considerablemente inferiores, algo que el CES pretende divulgar para contrarrestar el descrédito de esta alternativa entre las preferencias de los extranjeros recién llegados.
La inmesa mayoría de los inmigrantes son trabajadores por cuenta ajena, sólo el 10% tiene contrato indefinido, su jornada de trabajo es excesiva y, a menudo, caen en las redes de la economía sumergida, aunque en relación a este problema el CES reconoce el éxito del proceso de regulariación puesto en marcha el pasado año.
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